Música

miércoles, 10 de febrero de 2010

Me equivoqué


Ya estaba allí, era lo único que importaba. Después de cinco años había vuelto por primera vez. Tenía pensado limpiar su tumba y llevarle las mismas rosas rojas que tanto le gustaban cuando estaba viva. Cinco años es demasiado tiempo, y él necesitaba decirle que la perdonaba, que ya no la amaba, pero que seguía recordándola con mucho cariño, a pesar de lo que ella le había hecho.

Hacía cinco años. Ellos eran felices, no estaban casados, ni falta que les hacía, él la amaba y ella a él también. Por eso él nunca se explicó por qué razón ella iba con otro hombre el día del accidente de coche que les quitó la vida a ambos, a ella y a aquel hombre que él no conocía de nada.

Se sentó a los pies de la tumba, y muy despacio fue quitando las hojas secas y basuras que había al rededor. Leyó el nombre en la lápida, rezaba:
Lucia Monfort
1972-2005
Siempre recordada.

"Siempre recordada", sí es cierto, no lo había olvidado ni un solo minuto, ni el beso que le dio la mañana del día del accidente. Ni su pelo, ni su piel blanca, ni los labios que tantos besos le regalaron. La veía cada día sentada en el sofá, siempre con un libro distinto, y cuando se daba cuenta de que él la estaba mirando, ella le deleitaba con una sonrisa. Pero eso solo eran fantasías suyas. Es cierto, no la amaba, pero siempre estaba pensando en ella.

Con la yema de los dedos fue acariciando muy lentamente las letras en relieve de su nombre. Una fina lágrima cayó de uno de sus ojos y recorrió su mejilla, la lágrima se deslizó por su cara y lentamente cayó, fue a parar en la lápida y allí se quedó. De repente, no pudo frenar el torrente de lágrimas que salía de sus ojos.

Lo reconocía, se había equivocado, sí que la amaba y la extrañaba. Era evidente que su corazón no la había olvidado. Se pregunta por qué se engaña a sí mismo. Se culpa de que su tumba haya estado olvidada durante cinco años. Y él tan vivo, pudiendo disfrutar del aire, del canto de los pájaros, pudiendo seguir leyendo sus libros, echaba de menos sus historias, era una gran escritora. Y ella estaba muerta.


Decidido, poco a poco se levanta, coge las rosas rojas y las deposita sobre la tumba. Empieza a llover, ya ha estado demasiado tiempo allí, así que se da la vuelta, guarda sus manos en los bolsillos de su abrigo y lentamente se va alejando de la tumba.

La lluvia viene acompañada por un fuerte viento, tan fuerte que se lleva las rosas. Muy lejos, más allá de la distancia, más allá del horizonte en un lugar nunca visitado por un vivo, ella lloró.
Él había decidido olvidarla.




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Me encanta esta historia, cada vez que la releo, me entra un... no sé que...


en fin, espero que os llegue a dentro.



3 susurros:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Esta historia me ablandó el alma, anudó mi garganta, erizó mi vello, y atacó mi bilis.
Ya sabe que me pongo muy sensible con estas cosas.

En fin, que sepa que me agradan mucho sus historias, absolutamente todas, y que hacen que esta tarde fría de invierno, sea una cálida mañana de estío.

Cordiales saludos e infinitos besos, de su amiga, el insecto de la familia de los crústaceos, cuyo caparazón se aferra a su dedo, le hace cosquillas y se defeca encima sin que tan siquiera vos se percate,

El Bicho Bola.

Leticia dijo...

gracias yo se que te gustan!!

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