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martes, 20 de julio de 2010

Ella y mi frustración literia (5)

Podía verla en la esquina de mi habitación, de pie al lado de una hornacina donde reposaba el retrato de mi difunta esposa. Miraba intensamente con sus negros ojos fijos en mi persona, mientras que una de sus manos sujetaba un precioso abanico rojo. Llevaba el mismo vestido negro de hacía unos días. Sin ningún reparo caminó hacia mi mullida cama y ahí se aposentó. Se quedó quieta y sin dejar de mirarme.
Mientras tanto, yo daba vueltas de un lado a otro callado, pero nervioso. Yo no dije nada, pensando para mis adentros que si la ignoraba, se marcharía y no volvería más. Ella tampoco decía nada, pero ella no decía nada con el objetivo de ponerme aún más nervioso.
- No puedo hacerlo. A demás, ¿Quién quiere leer?, ¡estamos en guerra! – le dije finalmente. Ella ignoró mis palabras y dijo otra cosa.
- He visto lo que has escrito, me gusta la carta, refleja de manera exacta lo que yo soy. Deberías continuarlo…
- No existes - le interrumpí - sólo estás en mi cabeza, y es por falta de sueño. Necesito un descanso.
- Tú quieres acabar tu ilustre carrera de escritor con algo que sea impactante, algo que haga que te recuerden incluso más allá de este maldito siglo. Yo te ofrezco la posibilidad de lograrlo si soy yo quien protagoniza tu última novela, quizás y, a lo mejor de esta manera desaparezca y deje de rondarte, porque tienes razón yo solo estoy en tu cabeza.
- ¡Yo no estoy loco!, ¡no lo estoy! Desde siempre supe que sólo eran fantasías mías.
La sirvienta oyó mis gritos y subió a ver qué pasaba, quería saber porqué hablaba solo. Ella no la oyó, Probablemente piense que estoy loco. En fin ya nada me importaba.
El seis de julio a las tres de la madrugada, me encontraba dando un paseo a solas por las orillas de Sena. La vista no era muy agradable y el olor a putrefacción inundaba el ambiente. Pero necesitaba estar a solas y que el aire de la fría noche despejara un poco mi rocambolesca mente.
La luna rojiza iluminaba el lugar y el agua sucia del Sena acogía cálidamente su reflejo cristalino. Me quedé contemplando maravillado el fenómeno, la luna hizo evocar en mi memoria el rostro de Jeanne y en ese instante, nacida de la necesidad de deshacerme de esa musa oscura que estaba presente en todo momento en mi vida surgió la pequeña idea de unas pequeñas líneas de inspiración momentánea. Apresuradamente fui a mi casa y sin cavilaciones ni retrasos apunté lo que se me había ocurrido por miedo a que mi memoria me jugara una mala pasada. Me quedé contemplando el papel y en voz alta leí:
Me sumiré en la calle del Dolor de la ciudad perdida de Mis Recuerdos y cuando llegue a la plaza del Olvido soltaré tu mano y te dejaré ahí. Me iré a las vías de la Felicidad, las recorreré hasta llegar al Ayuntamiento de mi corazón y cerraré la puerta con la llave de marfil que romperé en pedacitos. Y esos pedacitos de marfil los barrerá el viento y con ellos se irá tu recuerdo.
De un modo u otro incluiré este párrafo en el relato, posiblemente sería el final de la novela, narrado desde la perspectiva de una de sus víctimas enamoradas. Bueno ya pensaré en el final, lo primordial ahora es seguir avanzando con la narración principal y las aventuras de esta peculiar dama.
Y así, cansado como estaba debido al trote del apresurado regreso me metí en la cama, esperando a que el día llegara lo más pronto posible.
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Perdonad por la tardanza... espero que estéis pasando un buen verano =)

lunes, 12 de julio de 2010

Ella y mi frustración literia (4)

Esa misma tarde, me encontraba en el pequeño estudio de mi lujosa casa situada en la ajetreada Rue de la Vie. Nuevamente luchando delante de mis folios y con la pluma en ristre como si fuese una espada. Durante los dos días que había estado encerrado en mi habitación había estado dándole vueltas al asunto de Madame Froid. Más o menos tenía una débil idea de lo que haría para deshacerme de su fastidiosa presencia.
Ella tenía víctimas, aquellas que cada noche se rendían a sus pies y ella se llevaba a la cama. Algunos morían, víctimas de los bebedizos que ella preparaba. Otros conseguían salvarse, pero jamás la volvían a ver ni recordaban su nombre. En fin ideas de un loco escritor. Empezaría con la carta de despedida de Jeanne Froid a una de sus víctimas.
Y de la siguiente manera, impulsado las ansia de escribir empecé Femme Fatale:


Somos amantes y nada más, tus besos no son sensaciones amorosas sólo placenteras. Tus caricias sólo hacen que la lujuria invada mi cuerpo pero sigue sin haber amor.
Que no te importe quien sea, y da igual si mañana no recuerdas mi rostro, sólo quiero esta noche sentir el cuerpo de alguien sin importar su nombre.
No te preocupes porque no será especial para mí, espero que para ti tampoco. No sientas tristeza cuando a la mañana siguiente te recuerdes solo en tu cama, y el único rastro que yo haya dejado sea el aroma de mi perfume en tus sábanas.
No me digas "te quiero" porque haré oídos sordos a tus palabras que no me inspirarán nada, ya sabes lo que siento. No pretendas que me quede más tiempo ya que cuando los primeros rayos de sol despunten en el cielo y muera la noche, yo ya habré desaparecido y tu recuerdo, los besos y las caricias que te di se irán conmigo.
Tú pensarás que todo ha sido un sueño, pero cambiarás de opinión porque el único recuerdo que en ti se quedará será el aroma de mi piel en tus sábanas. Jeanne Froid

Y continué como sigue:
El siglo XVII supuso para Francia una época de decadencia. El floreciente estado que antaño una vez alcanzó y la gloria lograda, se veían marchitados poco a poco por la corrupción y los engaños. No había en Francia nadie que no estuviera conspirando contra nadie. Todos desconfiaban de todos, esto incluso alcanzaba a los niños los cuales se veían influenciados por los adultos y…
Y… ahí me quedé. Escribí con tal ansia, y las palabras brotaban de mi pluma, que ya no vi un folio en blanco o con simples tachones cosa que tanto me hería. Pero de repente, me quedé en blanco, mi pluma se había secado y mis ideas se habían esfumado. Inspiración momentánea, así se lo llamaba yo.


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Saliendo de formalidades: SOMOS CAMPEONES DE EUROPA Y... SOMOS CAMPEONES DEL MUNDO!!!

lunes, 5 de julio de 2010

Ella y mi frustación literaria (3)

Empecé a andar, aparentemente sin rumbo alguno entre las callejuelas malolientes y de repente me vi en mitad de la Plaza de Sant-Pierre, era ya bastante tarde y desde lo alto de la torre del campanario pude oír el tañido fúnebre de las campanas, y me encontré a mi mismo pensado en Jeanne Friod.
Pude verla saliendo por la gran puerta de la catedral de Saint-Pierre. Toda vestidita de negro, elegante. Poco a poco me fui acercando a ella y me oí gritando su nombre tan alto que dudo que quedara alguien que no se hubiera percatado de mi
presencia. Menos ella.
Cuando pasó por delante de mí la vi girar la cabeza para ver quién era yo, me sonrió, y enseguida retomó su camino, con total tranquilidad. Estaba equivocado.
Mi siguiente impulso fue seguirla. La muchedumbre que salía de la catedral se unió al gentío que había en la plaza, y por un instante temí haberla perdido de vista. Pero este susto sólo duró un segundo, porque mis ojos dieron con ella en seguida, en el momento justo en que ella desaparecía entre las estrechas y laberínticas calles.
Me encontraba siguiéndola por una estrecha calle llamada Saint-Antoine. No estaba loco, ella existía. Y la prueba fehaciente de ello era que la veía con mis propios ojos.
Seguí sus pasos algo más de quince minutos y de repente ella se detuvo y de espaldas a mi posó sus blancas manos en el brocal de un pozo que había al final de la calle. Era como si fuese consciente de mi presencia y esperó pacientemente a que yo saliera de entre las sombras y le plantara cara. Y así lo hice. Paso a paso salí de la oscuridad y me planté delante de ella. Finalmente el silencio se vio roto por su dulce voz.
- ¿Sabes lo que tienes que hacer?- Me dijo. - No es fácil, no estoy inspirado, no sé qué me pasa- respondí.
- Es sencillo, solo tienes que limitarte a escribir. Háblale al mundo de mí, cuéntales mi historia. ¡Diles que existo!
- Pe… pero tú no existe… - le dije casi tartamudeando.
- ¡Cállate!, ¡sí que existo y me estás viendo aquí delante de ti! ¿No te parece mi presencia suficiente prueba de mi existencia? – Respondió ella un tanto alterada.
- Lo intentaré. Pero déjame en paz, desaparece, yo te he visto en mis sueños, no es posible que seas real.
- Quien domina las palabras, domina la mente de los hombres. Y esto fue lo último que me dijo. Seguía callada, mirándome con sus ojos de araña y sin decir nada. Y así estuvimos ambos durante un instante.
Me giré sobre mis pies para marcharme, di un par de pasos y miré hacia atrás. Al lado del pozo no había nadie. Jeanne había desaparecido.

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espero que el nuevo capítulo tambien os guste... un besooo!!

viernes, 2 de julio de 2010

Ella y mi frustación literaria (2)

Hacía algún tiempo que me rondaba por la cabeza la idea de relatar la historia de una cortesana francesa, que de vez en cuando se aparecía por mis sueños y que aún lo seguía haciendo.
La bauticé con el nombre de Jeanne Froid una Femme Fatale del siglo XVII. Una mujer bella de blanca y tersa piel, elegante figura, el pelo negro como su negro corazón, labios bermejos y carnosos, inteligente, mordaz y calculadora y con un corazón tan duro y frío como un témpano.
Esta era Madame Froid, el producto de una imaginación desbordante. Que hoy, a fecha de uno de abril de 1944, se encontraba perturbada. Y en medio del mayor desastre causado por la ignorancia humana: La Segunda Guerra Mundial.
Quizás sea esa la causa de mi falta de inspiración. Los escritores somos muy sensibles y cualquier emoción nos desequilibra un poco. Probablemente sea el hecho de haber sentido tantas noticias relacionadas con la guerra, – de lo único que se habla por la radio de la BBC – tantos desastres y muertes.
Resulta un poco patético que a mi edad me sienta así y que no sea capaz de escribir nada más que penurias y tristezas nocturnas, pero en cierto modo lo achaco a mi edad. Ya no conservo la gloria de hace veinte años, ni el espíritu joven que con tanto fervor me ayudó a escribir.
Intentar hablar al lector sobre la joven Jeanne Froid es una ardua tarea principalmente debido a mi auto exigencia. Quisiera que Femme Fatale fuera el broche de oro que cerrara mi poco austera vida de escritor. Pero aún así por más difícil que me resulte – cosa que no consigo explicarme – es una objetivo que mi ego se ha impuesto y ahí reside el problema, no sé cómo empezar, ni de qué manera enfocar la vida de esta bella señorita imaginaria que vive en mi cabeza. Las ideas, las tengo todas en mi mente, pero en cuanto agarro la pluma se esfuman. Maldita Jeanne Froid.
Lo mejor será hacer lo de siempre, olvidarme de esto por un tiempo y salir a tomar el fresco.

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