Baila conmigo

Dejamos que el ritmo invadiera nuestros cuerpos y cuando nos dimos cuenta ya era demasiado tarde para pretender parar. Bailamos toda la noche. Tus manos sobre mi cintura y las mías en tus hombros. La música nos invadía con su manto transparente y nos llevaba a lugares fantásticos.
Estábamos encantados, nos olvidamos de la hora y de quienes había a nuestro alrededor. Sólo estábamos nosotros y la música. Aquella música tan melodiosa y rítmica que hacía que nuestros cuerpos funcionaran como autómatas.
Decidimos no parar y no dejar de lado la música. En ese momento las palabras sobraban y nuestro único lenguage eran los movimientos y las miradas.
Las miradas, esas miradas de complicidad. Tus bellos ojos negros y mis pequeños ojos marrones oscuros se encuentran y como por acción magnética se quedaban prendados unos con otros. Con tal magnetismo que nos era imposible dejar de mirarnos.
De repente llegó una música llena de ritmo, un ritmo fuerte y latino. Yo dejé que llevaras mi cuerpo y me dejé guiar por ti, mientras una bachata sonaba fuertemente con una letra sensual y pegadiza que invitaba a juntar nuestros cuerpos y movernos despacito, mirándonos y sin decir una palabra.
Sabíamos que el tiempo era el límite y que cuando llegase a cero se acababa todo. Claro que si solo hay eso no hay nada y el adiós es oportuno. Entonces yo me voy, tú te vas, definitivamente nos vamos los dos.
Así que ni me quedo ni te quedas conmigo, ya no hay solución para el adiós y cada cual por su camino.
Al final de la noche y como si fuese Cenicienta te dije adiós y me marché. Tú te quedaste solo en la pista mirando cómo me iba, hasta que me perdiste de vista, te diste la vuelta y seguiste tu camino.

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para ti*